Un año violeta

Los años 2017 y 2018 han revelado el crecimiento constante de las reivindicaciones feministas y la intolerancia hacia el machismo. Las mujeres han llenado las calles en manifestaciones, han hecho huelga y se han unido frente el acoso sexual a través del movimiento #Metoo en las redes. Han denunciado un 16% más los casos de violencia de género y, en definitiva, han demostrado como nunca antes su empoderamiento colectivo.

LORENA MARTÍN

El Instituto Catalán de la Mujer, junto con otras asociaciones feministas como Ca La Dona o la Asociación Feminista de Catalunya, observan los resultados de todo el trabajo sembrado durante décadas para erradicar las desigualdades de género. Para ellas, son las voces anónimas, que ponen su grano de arena diariamente, las principales responsables de los récords que permiten visibilizar un problema tan arraigado en la sociedad.

El primer factor multiplicador de este auge se daba en EEUU, después de la elección de Donald Trump como presidente. El multimillonario fue elegido el 20 enero de 2017 y, al día siguiente, se manifestaron medio millón de mujeres en lo que se llamaría Women’s March, la Marcha de las Mujeres. Estas se unieron en la movilización contra la política machista, racista y discriminatoria del famoso magnate. La protesta se propagó alrededor del mundo gracias a las redes sociales. Y es que internet se ha convertido en una demostración clave de la visibilización del movimiento. El pasado año, la palabra feminismo incrementó un 70% sus búsquedas respecto al año anterior.

Manifestación 8M Passeig de Gràcia
Manifestación 8M Passeig de Gràcia

Meses más tarde, tras una serie denuncias por parte de varias azafatas de eventos y asociaciones (como la Asociación feminista de Catalunya), se cuestionó su papel de “mujeres florero”. Tras admitir que sólo cumplían el rol de mera decoración acompañando a los deportistas en su reconocimiento, muchos eventos deportivos como el tour del País Vasco, la Fórmula 1, la Volta a Catalunya o la vuelta ciclista de Mallorca, decidieron prescindir de ellas.

Cuando llegaron los Sanfermines a Pamplona, una joven denunció la violación múltiple del grupo llamado La Manada. La sociedad reaccionó al evidenciarse que la víctima tuviera que demostrar serlo, tras el seguimiento que se le hizo a través de detectives privados por parte de la defensa de los acusados. Esto supuso un cambio de actitud social frente a las agresiones machistas y la defensa de las víctimas. Se creó un movimiento con el lema “Hermana, yo te creo”, acompañado por multitudinarias marchas.

Durante estos últimos años se han visto fuertemente potenciadas las denuncias por violencia de género. En 2017, fueron 166.620 las presentadas en los órganos judiciales, la cifra anual más alta desde que se contabilizan estos datos, y un 16,4% mayor que el pasado año. Hasta ahora, la mayoría de casos de violencia y acoso sexual se callaban. Muchas mujeres no daban el paso de contar su experiencia personal por miedo o vergüenza, pero el estar juntas y apoyadas ha impulsado a que muchas alcen la voz.

Manifestación 8M Passeig de Gràcia
Manifestación 8M Passeig de Gràcia

Esto se ha visto reflejado en las redes. El movimiento #Metoo se inició por una oleada de más de 50 mujeres que denunciaban los abusos sexuales del conocido director de cine Harvey Weinstein. Posteriormente, más de 80 actrices y 500.000 víctimas reconocieron haber pasado por esa injusticia y alzaron la voz unidas para evidenciar el tipo de machismo e intentar erradicarlo. En España, el movimiento se tradujo a #YoTambién, y se creó una Plataforma llamada La Caja de Pandora, donde muchas mujeres se apoyaron frente a experiencias de violaciones o discriminación sexista. Son 4 las violaciones diarias en España, que aún se sitúa entre los países de la UE con menos denuncias por violación.

Los Premios Goya fueron una buena oportunidad para denunciar la discriminación de género, muy presente en el sector del cine. Se celebraron el pasado febrero y en los discursos se hizo evidente la desigualdad del papel de la mujer en las producciones cinematográficas donde, por ejemplo, solo el 38% de los papeles protagónicos son asignados a mujeres.

Teresa Sanz, gestora y activista de Ca la Dona
Teresa Sanz, gestora y activista de Ca la Dona

El 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se realizó la primera huelga feminista en España. En esta se reivindicaba la brecha salarial, por la que las mujeres siguen ganando un 23% menos que los hombres en el mercado. También se denunció el techo de cristal, por el que en España sólo hay un 26% de mujeres directivas en la empresa privada. Otro de los principales motivos de la masificación fueron los datos recabados en 2017, que revelan que hubo 49 mujeres asesinadas, 8 niños fallecidos y 27 menores huérfanos por violencia de género. Se reivindicó también la lucha contra los micromachismos, la desigualdad y opresión a la mujer en el hogar.

Hubieron movilizaciones en 120 ciudades, donde cientos de miles de personas desfilaron bajo el simbólico color violeta. Su propósito era evidenciar que, sin mujeres, se para un país. En Barcelona, la Guardia Urbana calculó 200.000 manifestantes, y cifras multitudinarias se repitieron en las principales capitales. Núria Balada, presidenta del Instituto Catalán de la Mujer (organizador del evento) señala que: “el gran acierto del 8M es parar el mundo y que surja un impacto a todos los niveles”. Otra asociación partícipe del evento fue Ca la Dona. Teresa Sanz, activista y gestora de la asociación, declara que “la huelga iba mucho más allá del orden laboral. Era una huelga simbólica y contundente. Era visible y para cambiar el mundo”.

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